miércoles, 29 de abril de 2020

CUARENTONA




Cuando vino de la calle, Juan Córdoba se sintió observado por la mujer apoltronada en el sofá de escay. «Quítatelo todo, menos la mascarilla y los guantes», dijo con voz orgásmica de locutora de radio. El hombre la miró atónito, boquiabierto, confuso y acobardado. «¿No me has oído, coño?», gritó perentoriamente. Desvistiéndose, quiso saber si aquello era una especie de juego sexual o una feroz medida higiénica. Nadia Pardo, sonriendo a lo Marlene Dietrich, le obligó a envolver su cuerpo con papel transparente de cocina y a usar doble preservativo. Ella siguió el mismo protocolo de envasado al vacío salvo en los condones y, tras comprobar el hermetismo de las bandejas de carne que había repuesto cientos de veces, chocaron con brutal violencia animalesca. «Perdona, ¿el pollo?», preguntó una clienta de ojos azules embozada en una mascarilla casera.

miércoles, 22 de abril de 2020

SUSPENSE



Aquella mañana me levanté con una alegría inusitada. Mi padre, que llevaba dos semanas ingresado en el hospital de Alicante por una neumonía corriente, estaba a punto de recibir el alta. Disponía de tiempo libre para ir a la piscina.
            
Preparé la mochila y puse rumbo al Centro Deportivo Municipal Gran Vía. No imaginaba entonces que aquel paseo iba a ser el último durante una larga temporada. Elegí, como siempre, un parque de tierra que divide en dos la Avenida Juan Sanchis Candela. Los árboles derramaban su sombra al ritmo del piar de algún pájaro. El sol jugaba al escondite entre nubes perezosas. Con tres cuartas partes del trecho recorrido, recibí un brevísimo mensaje de mi mujer desde el hospital: «Problemas». El corazón me dio un vuelco. Al vecino de habitación de mi padre le estaban haciendo el test del Coronavirus. Si salía negativo, el médico nos daba el alta. Si salía positivo, veinte días más en cuarentena. Menudo suspense.
            
Reconozco que pensé en suspender la natación por razones de seguridad, pero pudo más la promesa del ejercicio físico. En el vestuario, se respiraba un ambiente de calma chicha. Caras de preocupación, charlas a gritos, miradas perdidas. Hice mis largos dándole vueltas a la cabeza. Iba tan despistado que, al cambiar de calle, un nadador saltó sobre mí. Menos mal que el agua amortiguó el golpe.
            
Alrededor de las tres de la tarde, llamaron del hospital. Reconocí la voz amable de una enfermera que nos había atendido. Me informó del resultado de la prueba. Di las gracias y suspiré. Un par de días más tarde, Pedro Sánchez decretaba el estado de alarma en todo el país. Mi padre gruñe en casa sin valorar que se ha salvado por los pelos.

miércoles, 8 de abril de 2020

EL PERRO

















En la comunidad de vecinos de la urbanización Las Pelusas solo había un perro, el de Carla la transexual. Cuarenta vecinos y un solo perro. El presidente, provisto de mascarilla, trasladó a la propietaria la voluntad de algunos inquilinos de pasear al animal para hacer más tolerable el confinamiento. Carla, en bata de franela, sonrió maliciosamente. Aquel hombre jamás la había saludado y una vez se puso tan nervioso que nunca volvió a compartir ascensor. En las reuniones, le parecía chistoso llamarla Carlos Martínez, aunque hacía años que había actualizado su carnet. El perro ladró dentro como si entendiera. El presidente sudaba copiosamente mientras se retorcía las manos. Creyó oportuno añadir —recalcando el pronombre personal femenino— que pagarían el alquiler que ella fijara. «¿Para qué están las vecinas?», dijo tendiéndole la correa.

miércoles, 1 de abril de 2020

LA VIDA SIGUE IGUAL


 
En sueños,
pedía a mi novia de la adolescencia
que fuéramos amigos. Ella me despedía
con cajas destempladas.
Insistía: son tiempos
en que cada gesto
cuenta, podría ser
el último. Con piedad
cristiana, contestaba: ni
aunque fueras un zombi
te remataría.
Es la primera vez
que me despierto
con esperanza.

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