En la terraza de un restaurante caro, la extranjera
de la mesa contigua dijo: «Disculpe, no hable tan alto. Me está dejando sorda».
Eché mano de la paciencia con que se le explica a un niño algo que debería
saber: «Claro, soy español». Y no contento con ello, encendí un petardo porque
también soy valenciano. Ella estaba horrorizada, de modo que, como buen
alicantino, la invité a un chupito de cantueso que me arrojó a la cara sin
miramientos antes de largarse. Entonces mi mujer volvió del baño.
miércoles, 20 de octubre de 2021
miércoles, 6 de octubre de 2021
ROPA VIEJA
Cómo cuesta
tirar la
ropa vieja,
tan holgada
que nos hace
sentir cómodos.
Qué fácil,
en cambio,
desconfiar,
perder la fe
en las
personas.
Tienes
razón: fallan.
Los zapatos
también
aprietan y no por eso
caminamos
descalzos.
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