En el hotel Abando de Bilbao —donde un mes antes Mari Carmen Azkona recibía el Gargantúa—, recogí el pasado 19 de agosto el premio Plaza Nueva Idazleak por el relato «El día infinito». Debido a que tiene cierta extensión, podéis leerlo con más comodidad en la antología Inventa Bilbao (Rubric, 2019).
En
su lugar, hablaré brevemente de su génesis. El único requisito del concurso era
que el cuento se desarrollara en Bilbao. Decidí que la acción transcurriera en
el desaparecido Parque de Atracciones de Artxanda, para lo cual me empapé de
toda la información disponible en internet. Nunca me había documentado para
escribir una historia y me ha parecido una experiencia fascinante.
El cine y
la música dejan su huella indeleble en «El día infinito». Hay un homenaje no
explícito a una antigua película de terror llamada El Carnaval de las almas (Herk Harvey, 1962). Explícito es el
homenaje a la música de la Movida, a esa libertad creativa que se echa de menos
en estos tiempos tan políticamente correctos.
Como
siempre, mi mujer fue mi lectora cero y la única persona con quien compartí el
relato. Poco inclinada a las alabanzas innecesarias o a hacer leña del árbol
caído, creo recordar que lo despachó en dos palabras: «Está correcto».