Siempre
me han gustado las bufandas, quizá porque tienen fama de bohemias. Sin embargo,
últimamente he mirado muchos escaparates de corbatas. La culpa es de unas
escritoras reincidentes en esto del cuento, más camaleónicas que David Bowie y
despreocupadas por el qué dirán.
Después de reivindicar en El pintalabios (Visión, 2009) la
feminidad sin caer en el feminismo, han decidido regresar con otro objeto de
uso cotidiano: la corbata. Aunque a algunos hombres nos produzca alergia, es
incuestionable la elegancia de esta prenda de vestir que nunca pasa de moda.
Como la buena literatura.
Rafaela Lillo, Manuela Maciá, Paqui
Pérez Gallego, Maribel Romero Soler y Teresa Rubira Lorén no pertenecen a la rabiosa actualidad de
la prensa del corazón, pero escriben bien. Cojonudamente incluso. Ofrecen en La corbata (Los libros de Balmenhorn,
2016) un puñado de historias con inquietudes muy diversas, con formas de
entender el acto literario tan variadas como la personalidad de sus autoras.
Ahora bien, el rasgo que las hermana es la autenticidad. En este sentido, se
despojan de paja poética —perdón por el término— para centrarse en el hecho
narrativo. Tiran de desnudez, de palabra franca y llana. Tiran de oficio.
La corbata, un pretexto
como otro cualquiera para escribir, aparece en todos los relatos hasta
conformar un total de quince —tres por autora—, si bien no suele ejercer de
protagonista en los mismos. Me viene a la memoria el cuento «Para Valeria»,
donde una abuela escribe un diario para su nieta recién nacida. Me seduce de él
la valentía de la anciana al decidir no ser un estorbo para sus hijos. También
recuerdo el tremendo impacto que me produce la lectura de «El desquite», que
narra la violación de una chica en una fiesta de empresa. La escena del abuso pone
los pelos de punta y, además, no contiene una palabra de más ni de menos. Hay
espacio para corbatas mágicas en «La realidad de lo absurdo», historia de una
pareja joven que firma por escrito unas reglas de convivencia doméstica. La
crisis económica agudiza el ingenio en «El método Corbrac», una fábula
humorística donde un joven se marca un farol para que lo seleccionen en una entrevista
laboral. Remite al clásico infantil «El traje nuevo del emperador». Ninguna
pieza me ha robado tanto el corazón como «Un trabajo escolar». Gira en torno a
un estudiante que debe hacer un trabajo para el instituto sobre famosos que
tengan algún rasgo en común. Elige a personalidades con corbata. El cuento es
una aguda reflexión sobre la verdadera fama.
Se me ocurren cinco motivos para llevar corbata este invierno: te ríes a carcajada limpia —gracias, Teresa—, te emocionas, te dejas llevar por la magia, te hierve la sangre y te vuelves más independiente. Ojalá los Donald Trump del mundo leyeran estas cosas.