sábado, 30 de septiembre de 2017

EL JEFE















Una mesa de caoba pone frente a frente a un jefe y su empleado.

—Mire, sé la razón por la que me ha llamado a una hora tan intempestiva. Créame que, después de veinticinco años en el sector, esta es como mi segunda casa.

El jefe intenta tomar la palabra, pero el otro le hace un gesto inequívoco con la mano.

—Lo considero un buen jefe. Sabe ser duro cuando hay que serlo, pero también sabe disculparse con sus trabajadores cuando la tensión del día a día provoca roces. Incluso admite de buen talante sugerencias en la forma de vender el producto.

El empleado toma aire mientras su café se enfría encima de la mesa.

—Verá, después de tantos años no me iré sin decirle que me siento catalán al mismo tiempo que español. Ignoro si este ha sido el motivo de mi despido, pero ya ve que me la trae al pairo.


miércoles, 20 de septiembre de 2017

EL FESTIVAL






















Cuando Facundo Soplagaitas escuchó la propuesta de labios de su interlocutor no pudo menos que santiguarse varias veces.
     Horas antes, Miguel Contreras lo había visto actuar sobre un escenario en las fiestas del pueblo. Cantaba con el poderío de la Jurado y, todo hay que decirlo, bastante pluma. La coreografía rozaba el desastre, habría que trabajar mucho al respecto. Sin embargo, poseía un magnetismo que hizo que la gente se levantara de sus asientos y aplaudiera a rabiar. Además, la canción que había interpretado era suya. Justo lo que andaba buscando la delegación española para el festival más famoso del mundo: Eurovisión.
     Desde el comienzo, dicha delegación le había dejado claro a Miguel que no deseaba ganar el concurso. España no estaba para tales dispendios. Lo importante era no caer en un nuevo ridículo como el del año anterior, donde no nos habían dado ningún punto y, por consiguiente, habíamos quedado los primeros por la cola.
     Para lograr ese objetivo, Miguel, con el buen criterio que le había granjeado la confianza de Televisión Española, se recorrió gran parte de la geografía en su seiscientos. Buscaba un rostro nuevo, un friki como el Chikilicuatre que nos librara de la solemnidad y uniera al país de nuevo frente al televisor.
     Estaban apoyados en la barra de un bar, hablando casi a gritos por culpa del ruido de cohetes y charangas. Miguel pidió otra ronda de vinos. Se sentía desfallecer ante la perspectiva, más que probable, de que Facundo renunciara al dudoso honor de representar a nuestro país en el festival más rancio, casposo y retrógrado de la canción internacional.
     El rostro de Facundo era impenetrable mientras oía hablar de contrato discográfico si la canción quedaba en buen lugar. «¿En serio crees que soy la persona adecuada para ir a Eurovisión?», dudó una vez más el receloso pueblerino. «Mira el Chikilicuatre», replicó Miguel. 

     Facundo lo acompañó al hostal cuando Miguel andaba haciendo eses por culpa de ese vino peleón de la tierra. En la calle no había un alma. Una franja amarilla pintaba el horizonte. Presa de la euforia, se acercó al oído del paleto y le susurró que este año habían amañado varios doces para España a cambio de turismo por la vieja Europa.


Cuento escrito en el taller literario de la biblioteca Carolinas de Alicante. Ejercicio 4: Narrador equisciente

miércoles, 6 de septiembre de 2017

RODILLAS PELADAS


















Nieves llevaba las rodillas peladas cuando tenía siete años. Ahora tiene cuarenta y dos, una hipoteca, una hija que mantener y no está el horno para bollos.

El otro día me la encuentro en la peluquería, qué ilusión después de tanto tiempo. Pregunto por su hija, claro. Responde que en yudo. Va tres veces por semana desde hace un año. Me cuenta que asiste también a clases de zumba, informática, inglés y cocina.

Espera, digo. Me subo un poco la falda y le muestro las cicatrices de mis rodillas. Nos reímos como salvajes de una tribu perdida en la selva, pero se despide educadamente cuando le suena el móvil, no sin antes prometer cien veces que me llamará.

Yo también tengo una hija, casi lo olvido. Al recogerla del colegio, me dice la maestra que lleva las rodillas peladas de tanto jugar. Pienso en mi vieja amiga, en los artículos que escribe en el diario El Mundo. El último de ellos se titula «Estrés infantil».

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