miércoles, 30 de noviembre de 2016

IGUALDAD


















Al pasar por la puerta de Mercadona, mi hija pide ir un momento al servicio. Espero en la calle. Sale con cara de alivio. Dice: «No entiendo por qué hay un baño para chicas y otro para chicos». Llueve en Alicante, algo tan raro que merece un titular en el periódico. Contesto que a mí también me parece una chorrada.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

NUEVA NOVA


Si pienso en mi geografía vital, llego a la conclusión de que he viajado poco y soñado mucho. La calle de mi infancia, Ricardo Oliver Fo (a punto de perder el nombre por el tema de la Memoria Histórica), pronto fue sustituida por la de mi adolescencia, tan solo a un par de manzanas: Plus Ultra. Para quien no lo sepa, la palabra proviene del latín y significa «más allá». Dio nombre al hidroavión que realizó por primera vez un vuelo entre España y América en el año 1926. También es el lema del escudo de España. En la época convulsa de la Universidad, mis padres decidieron cambiar a la calle Monforte del Cid, no sé si porque sospechaban mis veleidades literarias o, más bien, porque mi madre quería vivir frente a una iglesia. Aquí he echado raíces: unas veces volaría el campario con dinamita, otras agradezco que me despierte para llevar a los chavales al colegio.



Hace poco, sin embargo, se ha producido una novedad en este nomadismo —léase con ironía— que ha sido mi vida. He regresado a la calle de mi adolescencia. No al mismo número, sería demasiada potra. Nací en el año 74 y, por uno de esos caprichos del azar, he trasladado mi academia al número 47 de la calle Plus Ultra.



La academia ha estado durante la friolera de diecisiete años en el tercer piso de la calle Monforte del Cid. Yo vivo entre el segundo y el tercero. No puedo negar que ha sido muy cómodo subir a trabajar. No había posibilidad de llegar tarde. Ahora bien, reconozco que necesitaba separar espacios. Por las noches, cuando todos los chavales se habían largado, la academia se convertía en el refugio del escritor. En medio de esa soledad buscada, de repente me asaltaba la angustia de que una historia con tal o cual alumno se hubiera quedado pendiente. Lo peor de todo era la certeza de que jamás resolvería el nudo con un buen desenlace. Ese enano de mi memoria se habría convertido en un hombre o una mujer. Y me podría pegar una hostia o dar un beso, quién sabe.






La nueva Academia Nova es un sueño hecho realidad. Mi mejor cuento sin duda. Sencilla, práctica y coqueta. Aún quedan detalles pendientes de resolver, por supuesto, pero a la gente le encanta. Hasta mi perra, Candy, ha encontrado un hueco para ella en su corazón. Tiene forma de patio. Allí roe las horas en compañía de un hueso imaginario. Espera que mi mujer y yo terminemos de dar clase.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

UNA IDEA ORIGINAL



     No había tenido una sola idea original en toda su vida.
     De crío pensó que no le pasaría nada si metía los dedos en el enchufe. De mayor pensó que no le pasaría nada si tocaba las tetas de Ana. De anciano pensó que no le pasaría nada si se quitaba aquellos goteros y se marchaba tan campante de aquel hospital.
     Pero sí pasó. De crío recibió una sonora bofetada de su pobre madre. De mayor recibió una sonora bofetada de su novia. De anciano recibió una sonora bofetada de su hijo. En aquellos momentos decisivos, supo que les importaba, pero, al mismo tiempo, hubiera deseado algo más sutil y menos doloroso.
     No había tenido una sola idea original en toda su vida hasta que tuvo una. Pensó que no quería morirse en aquel manicomio sin haber probado todas aquellas cosas de nuevo.
     Al primer descuido, se tragó todas las pastillas de aspirina de su mesita de noche blanca. Todos pensaron que tenía tendencias suicidas, pero nadie tuvo la idea original de considerarle una especie de iluminado. Alguien que viaja a través del tiempo al corazón de su más tierna infancia sin necesidad de peyote con el objetivo de rendirle un digno homenaje.
     Al segundo descuido, alquiló una puta. La pillaron saliendo de su dormitorio. Nadie de la familia se explica muy bien cómo la pagó porque no tenía monedero ni tarjetas de crédito. A ninguno se le ocurrió pensar que la muchacha no era una pelandrusca, sino una alumna de la facultad que compartía piso con otras dos... chicas, se financiaba sus estudios y, de cuando en cuando, aceptaba ese tipo de trabajitos. Por eso no tuvo reparos en cobrar por sus servicios un diente de oro de su difunta esposa. El viejo pensó que era el mejor homenaje que le podía hacer. Ella tenía el raro don de ser la más beata en la iglesia y la mayor puta en la cama. Solía decir que la mujer devota no tenía por qué ser una castrada.
     Al tercer descuido, secuestró a la enfermera tailandesa que le tomaba la temperatura rectal. Como en las películas pidió un vehículo para huir del edificio con la rehén, pero a diferencia de las películas consiguió, por mediación de su familia, que le dejaran marchar.
     Podría haber ido a cualquier parte, pero no hubiera llegado muy lejos. La enfermera tailandesa le miraba con una mezcla de compasión infinita y sagrado temor por las limitaciones de su improvisada mordaza. Igual que la puta. Pero ambas sabían que no les haría nada.
     Soltó a la chica y se fue directo a casa.
     Después de tanta exhibición, a su familia no le costó comprender que un hombre sano no puede acabar sus días en un hospital. Y menos en un asilo.
     Nunca más tuvo una idea original.
     Durante meses se mantuvo al margen. Pensó que le pasaría algo terrible si cogía a su nieta en brazos. Se equivocó de nuevo. La niña se abalanzó sobre él y le dio un sonoro beso.


Atlantis, 2009

miércoles, 9 de noviembre de 2016

TRUMP

















En sus primeras palabras ante miles de simpatizantes estuvo a punto de decir «ha sido trampa, una vil y sucia maniobra del partido demócrata para alejarme del poder, voy a denunciar el fraude electoral», pero en el último segundo vio por el rabillo del ojo el abrigo de su esposa, valorado en más de doce mil dólares, y reaccionó diciéndose: «What the fuck, I’ve won!». Entonces se permitió el lujo de ser conciliador en su discurso. Ya tendría tiempo de aplastar a esas cucarachas de inmigrantes y mujeres.

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