
Enciendo el ordenador y consulto en internet el estado del envío. ¡La madre que los parió! ¿En estado de devolución?
Me tomo dos tilas y molesto a una operadora de correos. Dice que nadie ha recogido mi carta en la oficina correspondiente.
-¿Cómo es posible? –pregunto angustiado–. Es que verá, es para un concurso literario y se acaba el plazo de presentación.
Telefoneo a los responsables del concurso y una chica misericordiosa me aclara que ha habido problemas con el apartado de correos. Se ofrece a darme una nueva dirección. La apunto con mano trémula.
-El problema es que no sé cuándo va a tener correos la deferencia de devolverme el cuento –le confieso.
-No sufras, cuando lo tengas me lo envías.
¿Que no sufra? Decido rehacer todo el papeleo y llevarle el relato aquella misma tarde. “Esto me da para otro cuento”, pienso mientras me dirijo andando al centro de Alicante.
Cuando se lo doy, comenta: "Mucha gente lo entrega en mano".