Yo soy uno de los tantos afortunados (el local se encontraba abarrotado) que pudo asistir a la presentación de Vareando Nubes, un libro, sin duda, recomendable para todo buscador que no cesa en su empeño porque, sencillamente, cree.
Una obra, la de José Antonio López Rastoll, que “cae” como agua de mayo en esta época marcada por la claudicación de valores tales como la solidaridad (en el caso de La Carretera), el humor (Cachivaches) o la fina ironía (Jugar al Escondite); una cuidada selección de cuentos, digo, que empujan o, mejor dicho, estimulan al lector a desenterrar de la más íntima parte de su ser algo que parece no existir, dado que es invisible a los ojos: la capacidad para soñar.
Sin embargo, y lamentablemente, es una evidencia que somos coetáneos de un mundo para el que no existe todo aquello que no consigue ver, conocer o tan siquiera nombrar. Un mundo de pequeñas realidades donde no cabe el olor de una flor, la dicha de una mañana de sol ni la voluntad, como es el caso, para cumplir los sueños. Sueños como los que nos ofrece López Rastoll, con nítida y elaborada sutileza, en este su segundo libro al que más arriba califiqué equivocadamente de “recomendable”, cuando lo más justo es tildarlo de esencial. Pues tiene un calado básicamente trascendental, una altura suficiente para retarnos a anhelar, a fantasear, a imaginar, a ilusionarnos. A soñar.
En resumidas cuentas, José, con su certera visión, nos recuerda lo que hace ya bastantes años escribiera el fabuloso Antoine de Saint-Exupéry, y quedase inmortalizado por boca de El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Atrévete a comprobarlo.
David Revert López