Uno de los hallazgos de este verano de tiempo inusualmente fresco ha sido la cantante Virjinia Glück. Hacía años que alguien no me sorprendía tanto desde el punto de vista musical y estético. Embruja su peculiar forma de cantar y ese elegante directo que, en su puesta en escena, no deja un solo detalle a la improvisación.
El talento de la madrileña para crear paisajes sonoros ricos en matices ha tenido una recepción algo fría por parte del público. Puede que ese genio injustamente infravalorado sea lo que más me atrae de la artista. Sólo ha publicado dos álbumes hasta la fecha: Entre ánimas (1996) y Una habitación propia (2000). Del disco de debut sorprende esa voz tan aguda que hace estallar las copas de cristal. En mi opinión, se pasa de histrionismo. Destacan canciones como «El aeróstata» y «El cielo queda atrás». El siguiente trabajo huye de la extravagancia, pero los ritmos electrónicos tampoco terminan de encajar en una de las voces más personales de nuestro país. Mi canción preferida es «El fantasma enamorado».
En más de una década de silencio, Virjinia Glück se ha dedicado a otra de sus grandes pasiones: la pintura. Por fortuna, ha grabado recientemente dos conciertos que resucitan a una cantante madura en lo vocal y con un dominio absoluto del escenario. El primero de ellos para un programa de Antena 3 llamado «Únicos». Nunca mejor dicho. El segundo, hará un par de años en el espacio de la Sexta «En clave de noche». Este último me dejó tan hechizado que decidí escribir estas líneas.
Estos directos ofrecen la oportunidad de deleitarse con una cantante singular, imaginativa, lunática. Además, aportan canciones nuevas y versiones mejoradas de los viejos éxitos. Su repertorio hace las delicias de los espíritus lúgubres al tratar sobre almas en pena, pactos con el diablo, amores truncados por una muerte violenta o viajes maravillosos. Como ocurría con Héroes del Silencio, la odias o la amas. No tiene término medio.
En 2004, Virjinia Glück colaboró haciendo coros en el disco de Bunbury El viaje a ninguna parte. Quizá se le pegó algo del espíritu cabaretero del maño. El aragonés errante suele reinterpretar cada cierto tiempo sus canciones más antiguas.
Esperemos que pronto vea la luz un nuevo trabajo de esta Alicia en el país de las radiofórmulas. Si no llega jamás, al menos que nunca nos abandone la locura.