miércoles, 14 de agosto de 2013

ÁMBAR


















—Una entrada, por favor.
Observé enseguida que una gota perlaba su frente, y eso que el aire acondicionado estaba a tope. Advertí la suspensión de sus dedos frente al teclado del ordenador, lo inaplazable de su duda.
—Disculpa, ¿me puedes enseñar el carnet? Es que pareces muy niño para la guerrera que llevas… y esta es una película no recomendada a menores de dieciséis años.
Me sentí furioso primero; después tentado a huir. Un océano de sangre bombeaba en el interior de su yugular.
—Puede que no me crea, pero le aseguro que supero con creces el mínimo de edad permitida. Tengo ciento veinticinco —dije sacando pecho.
—Anda, tunante, te dejo pasar. Pero la próxima vez inventa un cuento de Halloween mejor.




lunes, 5 de agosto de 2013

DE LA LITERATURA NO SE VIVE





















Enciendo la televisión este verano y me encuentro a la escritora Lucía Etxeberría en un reality show. Campamento de verano se llama. Qué mal está la literatura, pienso. Y no voy desencaminado.

Es de dominio público que la escritora fue al concurso por unas deudas con hacienda, y en pocos días debió de ganar más dinero que redactando una novela. No me extraña: quien pretenda hacerse rico hoy en día escribiendo está para que lo encierren. Y quien pretenda ganarse un lugar en la historia de la literatura que publique un libro en morse.

Los escritores también somos seres humanos y la noche nos confunde. Así pues, en mitad de la madrugada, Lucía salió como alma que lleva el diablo de la tienda que compartía con varios maromos. Por culpa de unos movimientos y gemidos equívocos, pensó que uno de ellos se estaba haciendo una pajilla. Y lo cascó antes de verificarlo.

A estas alturas, todos deberíamos saber a qué se exponen quienes aceptan participar en estos concursos, ellos los primeros, pero yo sentí vergüenza ajena por la forma en que destrozaron la imagen del chico en el plató de televisión, llamándolo incluso «el pajillero de España». Los leones del circo romano eran gatitos al lado de tanto buitre en busca de carroña.

En nuestro país, desafortunadamente, se da crédito a quien acusa y apenas existe la presunción de inocencia. Famosos de todos los ámbitos se ven diariamente en esta tesitura, desde cantantes hasta deportistas o políticos. Cuando son juzgados y, en algunos casos, se demuestra su inocencia, ¿a quién coño le importa ya? Y lo que es peor, ¿quién les devuelve su prestigio? La difamación es gratuita y da morbo.



 

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