—Una entrada, por favor.
Observé enseguida que una gota perlaba su frente, y eso que el aire acondicionado estaba a tope. Advertí la suspensión de sus dedos frente al teclado del ordenador, lo inaplazable de su duda.
—Disculpa, ¿me puedes enseñar el carnet? Es que pareces muy niño para la guerrera que llevas… y esta es una película no recomendada a menores de dieciséis años.
Me sentí furioso primero; después tentado a huir. Un océano de sangre bombeaba en el interior de su yugular.
—Puede que no me crea, pero le aseguro que supero con creces el mínimo de edad permitida. Tengo ciento veinticinco —dije sacando pecho.
—Anda, tunante, te dejo pasar. Pero la próxima vez inventa un cuento de Halloween mejor.