miércoles, 22 de marzo de 2017

EL HOMBRE TINTERO




     
Nacido de una madre goma de borrar y de un padre lápiz, el hombre tintero siempre fue la oveja negra de la familia. No poseía ese don de hacer borrón y cuenta que le maravillaba de su madre, incluso cuando de pequeño tintó a la gata de rubio platino. También carecía de esa cualidad etérea de su padre, que se volatilizaba en cuanto olía tempestad.         
     Resolvía los asuntos a su manera, pues el hombre tintero se dedicaba al mundo de los negocios. Los negocios eran turbios, por supuesto, pero no dejaban mancha en su historial. Si alguien se iba de la lengua, él soltaba a sus perros de presa.
     En resumidas cuentas, la tinta le sonreía.
     Sólo le faltaba una cosa para lograr la felicidad absoluta. Deseaba encontrar a alguien especial con quien compartir su tinta. El problema es que todas las mujeres que conocía le instaban a hablar por Facebook, por whatsapp o por correo electrónico. Convenció a una joven gótica para escribirse por carta. Fue recibir la misiva y el hombre se echó a llorar: escribía cariño con «k», despreciaba acentos, se comía vocales. Un auténtico desastre virtual.
     Algunos amigos, como el hombre sello, le aconsejaron que usara los máximos emoticonos posibles en sus mensajes. Así quedaría bien siempre aunque no se comiera un rosco. También le propuso salir con su prima, la máquina de escribir: una romántica incorregible que había acabado trabajando de símbolo para ganarse la hoja de papel.
     El hombre tintero decidió poner un anuncio en el periódico: varón de mediana edad busca relación estable con mujer tinta china o tinta invisible, sin menosprecio para la tintura de yodo.
     Después de varias llamadas obscenas y una animándole a donar tinta para impresora, consiguió una cita con una alcaldesa que le pagaba una fuerte suma de dinero por blanquear capital.
     «Seré turbio pero honrado», dijo zanjando el asunto. Al cabo de un tiempo, la alcaldesa y él se casaban. Ella iba a escribir sus memorias en prisión.    
     

Cuento escrito en el taller literario de la biblioteca Carolinas de Alicante. Ejercicio 1: El atributo fantástico

4 comentarios:

  1. Jajaja! Qué bueno! Todo un alarde de imaginación, ironía y buen humor.
    Un beso

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    1. Muchas gracias. Después de la crítica constructiva de la profesora, le cambié algunas cosas para que quedara más redondo. Espero haberlo logrado.

      Un abrazo.

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  2. Me ha encantado; en tu línea y con un toque imaginativo que le da poder a la palabra. Buen trabajo, veo que aprovechas bien las clases.

    Un abrazo.

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    1. Reconozco que me ha salido un cuento bastante friki, igual por eso te ha encantado. Lo que da de sí un vulgar tintero.

      Un abrazo.

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