Fue verla entrar y el salón de belleza enmudeció como un bar del oeste americano. «La cara no tiene arreglo», susurró una mientras le hacían la manicura. «Las manos de campesina, menos», musitó otra. Ajena en apariencia a su entorno, cogió una revista y se sentó. «¿Y qué me dices de sus cejas? Parece esa pintora mexicana», sentenció una tercera.
—Os presento a Llum, la psicóloga del centro. Pasa por aquí —dijo la jefa.
Todas y cada una de las mujeres que habían criticado a la recién llegada tenían cita con el nuevo servicio: amor propio.
Al menos Llum no iba al salón a engañar, iba a dar una clase de como saber aceptarse.
ResponderEliminarSaludos
Asignatura, la de saber aceptarse, que debería ser obligatoria en las escuelas.
EliminarSaludos.
Si es que, como decía no sé quien... "llevándose bien, como uno mismo nada" :-)
ResponderEliminarAbrazo!
Buscamos fuera la felicidad que no encontramos dentro. Lo primero deberíamos ser nosotros.
EliminarUn abrazo.
Que fácil es saber de los demás por una imagen y que poco valemos si así nos formamos opiniones. Un abrazo
ResponderEliminarJuzgamos al primer vistazo, pero las apariencias engañan.
EliminarUn abrazo.
Lo has bordado!
ResponderEliminarUn saludillo ;)
Muchas gracias.
EliminarUn saludete.
Lo has expuesto muy bien...
ResponderEliminarAbrazo.
Muchas gracias.
EliminarDe tanto escribir, a veces cristaliza algo.
Un abrazo.
"Coser trajes", deporte típico de los corrales bovinos.
ResponderEliminarPrefiero deportes más amables: una buena conversación, por ejemplo.
EliminarUn abrazo.
Ídem
Eliminar