Hoy
quiero dedicar estas breves líneas a los conocidos. No son amigos ni completos
desconocidos. Están en el limbo de las amistades que nunca cristalizaron, en el
vertedero de las primeras impresiones basadas en prejuicios, en la devaluación
que sufre un amor adolescente. Los saludo con holas y hasta luegos. Qué educada
es la indiferencia humana. Quizá sea peor ese vecino que se queda mirando, pero
nunca dice nada. O el antiguo alumno que disimuladamente se cambia de acera por
no saludar. Y el colmo de la economía lo ostenta el peluquero del barrio:
levanta las cejas.
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