
El otro día, Enrique Bunbury anunciaba nuevo disco para la primavera del año que viene y dejaba catar una canción a sus fans. Lo curioso es que hace tan solo seis meses publicaba Cuentas pendientes, su último álbum hasta la fecha.
Este ritmo frenético parece una metáfora de la vida actual. Como en Tiempos modernos, la mítica película de Charles Chaplin, la humanidad se está robotizando. Si seguimos así, acabaremos perdiendo la razón mientras apretamos tuercas en una cadena de montaje.
Un semáforo en rojo, la cola del pan o escuchar un disco entero son hechos cotidianos que desafían nuestros nervios. Sin poder evitarlo, echamos una ojeada al móvil porque hemos perdido la maravillosa capacidad de saber esperar.
Cierta persona me dijo que, habiendo en Mercadona, para qué iba a tomarse la molestia de cocinar una tortilla de patatas. Con el tiempo y esfuerzo que eso supone.
En el fondo, sabemos que las mejores cosas de la vida —una sincera amistad, un amor profundo— se cuecen a fuego lento. Lo demás se olvida incluso antes de experimentarlo.

Totalmente de acuerdo. Tengo algo escrito en la misma dirección. Todo se ha vuelto tristemente fugaz. Saludos
ResponderEliminarCon tu ultimo párrafo queda todo muy claro, prisas para todo, empujamos el tiempo y luego lamentamos que pase deprisa. Abrazo
ResponderEliminarLas prisas no son útiles y lo estropean casi todo.
ResponderEliminarUn final tan adecuado como clarificador.
Un abrazo.
Así es, lo bueno se cuece a fuego lento. En estos tiempos donde prima lo inmediato, no tenemos paciencia para esperar lo bueno. Te deseo un estupendo fin de semana. Abrazos
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