En
las pasadas Elecciones Municipales del 26 de mayo, fui elegido primer vocal de
Mesa. Ya había sido presidente en las Elecciones del 25 de mayo de 2003, es
decir, dieciséis años atrás. Por tanto, llevaba la ventaja de saber a lo que
iba. Decidí intentar pasar el trago con la actitud más positiva posible y, para
ello, comencé a empollarme el manual.
El despertador fue la noticia más
triste del domingo. Cuando llegué, un corro de gente dormitaba a la puerta del Colegio
Electoral. Mi breve saludo no obtuvo réplica.
No tardé en conocer a mis compañeros
de cautiverio. Para preservar su identidad, los llamaré Pablo y Josefa. El
presidente es un veterano de carácter bromista y trabajador. La segunda vocal
apenas tiene veinte años y hay que sacarle las palabras con sacacorchos. Pronto
quedan asignados los papeles de la comedia que vamos a representar.
A las ocho y siete minutos de la
mañana comienza la votación. Como un engranaje perfectamente engrasado, tres completos
desconocidos trabajan en equipo. La jornada se desarrolla sin incidentes, salvo
un apoderado cuyo afán controlador le lleva a meter las narices donde no le
llaman. La policía avisa al caballero sin lograr que deponga su actitud. Pablo
lo bautiza con el merecido apodo de MacGyver. El resto de apoderados se limita
a presentarse a las Mesas y ofrecer su ayuda.
Los electores dejan alguna anécdota
digna del surrealismo. Hay uno que, tras depositar su voto en la urna, nos pide
cincuenta euros. Valiente cantamañanas. No falta un nieto que pregunta si el
nombre de su abuela recientemente fallecida se encuentra en el censo. Una
hermosa forma de decir te quiero. Por último, una señora me presenta un carnet de
autobuses para votar. La miro de arriba abajo y sonrío.
Tantas horas de convivencia dejan
estampas humanas mejores que una serie de televisión: la policía contando
chascarrillos, un apoderado repartiendo SMINT entre los miembros de las Mesas,
el cariño de mi familia…
Una vez cerrado el Colegio, vivimos una carrera contrarreloj para terminar el papeleo lo antes posible. Viendo a todos esos desconocidos colaborar estrechamente —sin siglas, sin partidos, sin ideologías—, siento que la mejor soledad se disfruta en compañía. Nos echaremos de menos, pero que pasen dieciséis años más.
Solo tú puedes hacer de lo rutinario lo inverosímil y, sobre todo, agradable a la lectura. He vivido a tu lado la jornada. Un abrazo, lobo.
ResponderEliminarHe intentado convertir una angustia de día en algo digerible. Gracias por aullar a mi lado.
EliminarUn abrazo.
Todos cruzamos los dedos para que no nos toque, porque, como bien dices, es un "cautiverio". Me alegro de que sepas sacarle jugo hasta al limón más reseco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dependiendo de la actitud, la vida puede ser un funeral o una fiesta: nosotros decidimos.
EliminarUn abrazo.