He pasado las Hogueras de San Juan en Guardamar del Segura, el pueblo de mi madre. El piso de alquiler me fascinó desde el principio. Tenía un par de estanterías con libros de ficción y uno de ellos era la primera parte del Quijote. Comprobé que no se trataba de meros adornos cuando mi hija se leyó una novela de cuyo nombre no logro acordarme. Además, había cinco reproducciones de cuadros en las paredes. Me pregunté quiénes serían los dueños de aquel pequeño paraíso cultural. Lo que habría dado por haberlos conocido.
El mejor momento del día era preparar la comida con Clara, pues ambos somos pésimos cocineros. Primero agotamos todas las posibilidades de la cocina italiana: espaguetis carbonara, raviolis, lasaña… Luego nos entregamos con fervor a la religión de los fritos: patatas, huevos, figuritas de pescado… La tortilla precocinada de Mercadona, un clásico, no faltó en nuestro precario menú de supervivencia.
LA ANÉCDOTA
Llegamos a la pizzería Trastevere sobre las diez de la noche. Clara pidió una cuatro quesos y yo, un sándwich vegetal. Maldita la hora. Sirvieron su plato, pero el mío se retrasaba más de la cuenta sin que nadie creyera necesario dar explicaciones. La cocina voceó mi comanda y le pregunté extrañado a la camarera por qué no la traían. Me pidió disculpas: se había quemado el pan. Después de cuarenta y cinco minutos de espera, me trajeron el pan raspado a cuchillo. Muy profesionales.
VIDA MONACAL
Durante las horas más calurosas, dedicábamos el tiempo a nuestras grandes pasiones: leer, escribir y pintar. Al principio, pensé que podría aguantar como un valiente sin pergeñar historias: me había negado a viajar con el aparatoso ordenador portátil. Desesperado, al tercer día me compré un cuaderno y lápices.

En el transcurso de la semana, intenté quedar con algunos amigos sin demasiado éxito. Llamé a mi prima para tomar un café, pero ya no trabaja en la heladería Las Dunas. Solo me faltó poner un cartel en el tablón de anuncios de la biblioteca. Vivimos en una sociedad hiperocupada donde la tecnología se ha convertido en un sucedáneo de las relaciones sociales. Menos mal que coincidí por la calle con gente del pueblo y, de pie, echamos la charraeta.
RECUERDOS
Dicen que en septiembre van a derribar las casas de pescadores de la playa de La Babilonia. Decenas de familias serán desalojadas en virtud de la aplicación de una Ley de Costas que llega con casi cien años de retraso. El penúltimo atentado contra el tejido cultural alicantino dinamita, de paso, mis recuerdos de infancia.
Dicen que en septiembre van a derribar las casas de pescadores de la playa de La Babilonia. Decenas de familias serán desalojadas en virtud de la aplicación de una Ley de Costas que llega con casi cien años de retraso. El penúltimo atentado contra el tejido cultural alicantino dinamita, de paso, mis recuerdos de infancia.
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