—Mira, papi, ese es mi novio —señala desde el parapeto de mis brazos.
—Pero…
lleva un pendiente en la oreja —objeto yo—. Los niños no llevan pendientes.
—Algunos
sí —zanja ella—. Me lo dijiste tú.
Mis amigos dicen que me dedico a vivir del cuento. No he escrito ninguna novela porque me parece un género poco comercial.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, y mucha memoria, porque nosotros lo olvidamos, pero ellos no. Los niños son fantásticos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Seres sin escrúpulos y, a la vez, terriblemente escrupulosos. Luces al viento que no se deben apagar.
EliminarUn abrazo.
Qué razón tiene Maribel. Hay que tener mucho cuidado. Los niños tienen un disco duro de cientos de gigas, en el que guardan, archivan… y lo almacenan todo :-)
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Están en la fase de almacenar datos, y nosotros en la de repetir una y otra vez el mismo día, como en aquella película de Bill Murray. Por eso, todo lo suyo nos sorprende.
EliminarUn abrazo.
Los peques de la casa solo piden coherencia entre las palabras y los hechos. Para ellos la más mínima discordancia hace que los padres desciendan un escalón en su baremo de confianza. Y volverlo a subir, cuesta, pero que cuesta mucho.
ResponderEliminarUn abrazo Jose y gracias por aproximarnos a lo que ya nos está quedando algo lejano, la inocencia de la infancia.
Soy un bromista incorregible, de modo que mis hijos ya no se fían demasiado de mí. Juego con su inocencia de modo perverso, aunque en el fondo la admiro.
EliminarUn abrazo.