La voz de la adolescente sonaba débil pero tranquila a través de la puerta del ascensor averiado. No cesaba de repetir la misma cantinela: «Nunca me ha pasado algo tan fuerte». Viendo que el técnico no aparecía, la profesora se aclaró la garganta y le dictó unos ejercicios de integrales.
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Jose Antonio, la profesora seguro que hubiese preferido quedarse atrapada con el vecino buenorro del séptimo, ja,ja,ja. Si te pones a pensar, una avería en un ascensor puede dar muchas posibilidades... Pena del alumno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo terrible de que un alumno se quede atrapado en un ascensor es que da para que le dicten muchas integrales.
EliminarUn abrazo.
Cualquier momento es bueno para unas integrales ja,ja!
ResponderEliminarHay tanto que aprender. Qué pena que venga el técnico a resolver la avería.
EliminarUn abrazo.
La profesionalidad de esta docente es incuestionable: nada mejor que hacer que tu alumna se acuerde de tus antepasados para que supere una mala situación. Además, así ambas pueden saborear lo que es la atención a la diversidad. Ja, ja, ja...
ResponderEliminarIntento reírme de la seriedad con que algunos profesores se toman su trabajo, pero seguro que la realidad supera a la ficción.
EliminarUn abrazo.
La próxima vez seguro que elige las escaleras... eso sí, ¡con la lección bien aprendida!
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo subo siempre por las escaleras, no sea que algún alumno me haga la misma jugarreta leyéndome a Kafka.
EliminarUn abrazo.
Una profesora competente, sí señor. Y bueno, la alumna ya tiene anécdota para contar a sus amigos por wasap, tierra, mar y aire. "¡Qué fuerte, tía!".
ResponderEliminarUn abrazo.
No solo formamos a nuestros alumnos, sino que además les damos algo de qué hablar. No se puede pedir más.
EliminarUn abrazo.