miércoles, 4 de noviembre de 2020

EL BÚNKER











El 21 de diciembre de 2012 no fue el fin del mundo. Ahora soy dueña de un búnker con la capacidad de un campo de fútbol y no sé qué carajo hacer con él.
     Os preguntaréis cómo. El vecino del chalet contiguo me visitó un día con su ropa militar ceñida y un brillo de fusil de asalto en la mirada. «Nos conocemos hace tiempo, Rebeca», empezó mientras la taza de té temblaba al ritmo de mis rodillas. Terminó: «Si yerro, me volaré los sesos y el búnker es tuyo».
     Traté de disuadir a Miguel con la quimera de venderlo todo y huir a cualquier parte juntos. Solo se avino a esperar el apocalipsis conmigo.

6 comentarios:

  1. ¡Disfrutarlo! :) Eso es lo que hay que hacer con ese búnker. La de fiesta secretas que uno se puede montar ahí, no tiene precio.

    Un abrazo :)

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    1. No está mal pensado eso de utilizar el búnker como discoteca improvisada, pero igual prefiere criar caracoles.

      Un abrazo.

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  2. No me gustaría tener a ese tipo de vecinos, qué miedo...

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  3. Respuestas
    1. ... deja una cosa clara: no existen certezas absolutas. Ni siquiera en materia de apocalipsis.

      Un abrazo.

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