Mi padre no
era muy religioso, pero, por contentar a mi madre, que es una auténtica
talibana, iba a la iglesia los domingos y se confesaba una vez al año. Lo
recuerdo hecho un pasmarote en la última fila del templo, al lado de la puerta
por la que siempre entraba el último y salía el primero, mirando al frente sin
ver, con la imaginación distraída en otra parte. Ambos sabíamos, sin comentarlo
jamás entre nosotros, que no creía en toda aquella parafernalia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Entradas populares
-
Mi Manderley es Guardamar y regreso en sueños a los aromas de la infancia. La casa de la calle San Pedro está llena de todas las personas qu...
-
En vez de pagarle a un psicólogo, fui a cenar con mi mejor amigo. Reímos, contamos anécdotas, tomamos un buen vino. Mi fantasma no vino a to...
-
Los Juegos Olímpicos nunca han sido el fuerte de la selección española masculina de baloncesto y, del mismo modo que Tokio 2020 sirvió para ...
Pese a haberme educado en un colegio religioso durante muchos años, me considero agnóstico.
ResponderEliminarSaludos
Yo soy un poco más radical, quizá por llevar la contraria a la educación religiosa recibida.
EliminarSaludos.
Sí que era un santo.
ResponderEliminarLo hacía por ella y eso dice mucho.
Ni él ni otros muchos aparecerán en los altares de las iglesias.
EliminarSaludos.
Hay que tener la misma fe para creer que para no creer, pero aqui se trata del amor de tu padre hacia tu madre, que tengas ese recuerdo es bonito. Un abrazo
ResponderEliminarEl amor en pareja tiene algunas dificultades, pero él lo hacía fácil.
EliminarUn abrazo.
Y eso es una gran prueba de amor.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
A su modo, era extraordinario.
EliminarUn abrazo.
ya ha escrito Bisi lo que venía a poner yo ;)
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias igualmente.
EliminarUn abrazo.