—No lo puedo creer —dice Nuria.
—Al menos no has
salido corriendo.
Supe que algo extraño
ocurría cuando vertí el café en el sofá. No sólo disfruté de la desobediencia,
sino que también me hice invisible. Al principio, ignoré el extraordinario
suceso porque seguía viéndome, pero al entrar al baño quedé petrificada por la
ausencia de mi propia imagen.
Decidí no perder la
calma. Al fin y al cabo, no todos los días puede una decir con toda la razón
que no está para nadie.
Recuperé la
consistencia también por casualidad, al prepararme una nueva taza de café. Me
dirigía al sofá manchado cuando el cristal del televisor me ofreció, por una
vez, algo interesante. Qué alivio.
Luego até cabos. Me
acordé del señor susurrando en sueños, de su extraña desaparición. Quizá nos
esperara en algún lugar. Un mosquito se posó en mi pierna con desparpajo. No lo
maté.
Picar a Nuria resultó
sencillo. Siempre fue más lanzada que yo. Susurré en su oído, y le mostré que
podíamos desaparecer en un segundo realizando cualquier maldad cotidiana. Ya
había efectuado otras pruebas, como cortar una corbata de Pedro. Para recuperar
la masa corporal, compré una nueva por internet.
Cuando nos acordamos
de la puñetera sartén en el fuego, ya es demasiado tarde. Cruzamos la avenida. Un
olor y un humo escandalosos llenan el apartamento de Nuria. Se preocupa
bastante porque su marido odia las sorpresas.
Me pide que me marche.
En el espejo de la entrada ya no se refleja la mujer que acaba de quemar la
cena.
—Tina, esto es la
caña —suelta Nuria a mi lado.
Ahora sé lo que sentían nuestros antepasados con las novelas por entregas. Espero que no sea tan larga como una de Dickens o seré yo quien se borre por la impaciencia.
ResponderEliminarAbrazotes
Tranquila, solo hasta que se me acaben los números romanos.
EliminarUn abrazo.
Bueno, bueno, cómo crece esta historia. La actual entrega es realmente fantástica y enigmática. Lo que está dando de sí el señor. Genial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Igual no es muy ortodoxo escribir así, a salto de mata, un poco a ver lo que surge. Pero cada día que pasa le cojo más afecto a los personajes y ellos me dictan, no yo a ellos.
EliminarUn abrazo.
Pues eso es lo más interesante del relato (y lo más desesperante porque es imposible adivinar por dónde seguirá).
EliminarLa improvisación es un arte muy antiguo, adaptarla a los nuevos tiempos ha sido una gran idea, a fin de cuentas: ¿no somos los nuevos juglares?
Felices vacaciones.
Te noto muy animada, compañera, y me gusta verte así. Después de tantas sesiones de risoterapia en el Súquia, lo mejor siempre está por llegar.
EliminarFelices vacaciones.
Enhorabuena por la iniciativa, Jose. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, Juan. Se admite cualquier sugerencia.
EliminarJose, cada vez que haces una nueva entrega de esta saga acostumbro a volver sobre los caminos andados para no perder el hilo del conjunto de la enigmática e inquietante aventura. A saber por qué nuevos derroteros nos llevarás en sucesivas entregas. Quedamos a la espera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una vez abierta la caja de los truenos, la historia crece a su antojo. Tengo un timón, o me gustaría creer que lo tengo, pero existen tantas posibilidades que nunca sé cuál elegiré hasta el último momento. Y eso me estimula.
EliminarUn abrazo.
Todo un placer encontrar de nuevo, tras días desaparecida, una nueva entrega de El Señor. No sé que les deparará esta historia a los protagonistas, pero está claro que, como nosotros, terminarán sorprendiéndose.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esa es la idea, María José, escribir desde el asombro, como quien abre camino en el territorio inexplorado de la imaginación. Si me pierdo, dame un toque. Tú tienes más experiencia que yo.
EliminarUn abrazo.