martes, 9 de marzo de 2010

EL MIRADOR EN LA ONCE

Paradójico, lo sé. Chistes aparte, juro que estas personas tienen una sensibilidad especial. Antonio, el responsable del taller, se dio cuenta enseguida de que soy un gamberro.

El martes, 16 de marzo de 2010 estaré a las 11,00 de la mañana en la ONCE de Alicante (Avda. Aguilera, 43). Allí intentaré que pasemos un rato agradable repasando algunos relatos de mi primer libro. Prometo seleccionar los más picantes y atrevidos.
Estáis invitados/as.

jueves, 4 de marzo de 2010

ADAGIO EN EL PRINCIPAL

25 de febrero de 2010. Asisto a un concierto de Mónica Naranjo en el Teatro Principal de Alicante. Presenta su gira Adagio, una revisión de sus temas más famosos en versión clásica.

Qué bonito es estar en el teatro y poder tocar con los ojos a un artista. Ojalá todos los conciertos fueran así. En recintos pequeños.

Se alza el telón, toma asiento la orquesta de cámara y se prueban los instrumentos. Parece unos de esos conciertos de Navidad. De pronto, hace su aparición el director de orquesta, un melenas con el cabello por la cintura. Música, maestro.

Suenan los primeros acordes de Europa y aparece la Naranjo ataviada con un vestido ceñido de color rojo. El público alicantino aplaude a rabiar, completamente entregado. Parece el final del concierto y sólo es la primera canción.

Van sucediéndose las canciones, pero Mónica no abre la boca ni para saludar, muy en su papel de diva. Eso sí, al finalizar cada tema, da las gracias con una gran sonrisa enmarcada en un rostro hierático.

Tras la canción Siempre fuiste mío, toma el micrófono y dirige al público unas palabras que saben a poco. Explica que cuando le propuso a la compañía hacer un disco clásico, pensaron que se había vuelto loca. Un niño, de la mano de su padre, le lleva un ramo de flores.

Suena Amor y lujo, la última canción. Larga ovación del público alicantino. Mónica le suelta al melenas: "¡Qué grande eres, cabrón!". Fin de la película muda.

martes, 2 de marzo de 2010

DIAMANTES EN LA BASURA

Se cumple un año de la publicación de mi primer libro de relatos, y en todo este tiempo no he podido olvidar a Rodrigo del Lago, que contribuyó a disipar las dudas que todo escritor novel tiene en sus comienzos.

Que conste que escribir sobre Narraciones Carpetovetónicas (Ediciones Ochenteras, 2008) no responde a ninguna obligación por mi parte. Si el libro fuese un rollo, lo diría sin pestañear. No es ese el caso.

Desde el principio, me atrajo el coraje de una publicación en solitario al margen de las férreas normas establecidas por las sosas editoriales y, sobre todo, ese arrebato un poco onanista de dedicárselo a sí mismo. Pese a ello, convendría evitar algunos descuidos ortográficos como el “así mismo” (pág. 137) o el “tan bien” (pág. 49).

Casi me caigo de culo al penetrar en el mundo de este autor. Menos mal que dejé a un lado todos los prejuicios. A esa particular verborrea que se gasta, muy del gusto de escritores como Eduardo Mendoza, se une esa violencia inocente de las películas de Charlot y de los tebeos de Ibáñez. Tan inocente como necesaria en una sociedad cada vez más hipócrita. Como Tío la Vara, el mítico personaje creado por José Mota, Rodrigo del Lago da mamporros a diestro y siniestro a una humanidad que discrimina al débil y al distinto. Saca auténticos diamantes de la basura. Me viene a la cabeza Rodolfo, el ser más patético que haya sido descrito jamás y que en manos de este escritor se convierte en alguien luminoso.

Su pluma es capaz de convencerte de que el humo deja en el aire un poético carajo, de que un estudiante vende sus chuletas a precio de oro, de que la gente confunde a un feligrés barbudo con un peligroso talibán. Es un artista del malabarismo, del más difícil todavía. Y sale indemne de sus piruetas. Todo ello aderezado con el espíritu nostálgico que palpita en el libro. Se mitifica la España de los ochenta, cuna de las mirindas, Naranjito, Paco Martínez Soria, Espinete; marcada por alguna serie extranjera como la mítica Fama o Corrupción en Miami; devoradora de películas de la talla de Regreso al Futuro, La Guerra de las Galaxias, Grease…

A partir de hoy, guardaré este libro en la vitrina de mi corazón, ésa que dedico a los escritores míticos. Los únicos que han logrado que suelte la carcajada. Dos frases me devolverán siempre la sonrisa: “¡Tía, dime quién es tu ginecólogo para que le chupe el dedo!” y “…una insaciable putarraca desquiciada”.

HISTORIAS PARA NO DORMIR

Junio de 2009. Álvaro de la Riva publica Descuentos Increíbles en la editorial Atlantis. Seis meses después, en plenas Navidades, el libro cae en mis manos.

De entrada, me ha servido para soportar mejor estas fechas mortalmente aburridas. Y es que, empleando un símil con el genial Chicho Ibáñez Serrador, nos encontramos ante historias que no te dejan conciliar el sueño.

Quien tampoco descansa en paz es Chanquete, el entrañable personaje de la serie de televisión Verano Azul, o al menos eso cuenta Rodrigo del Lago en su novela Chanquete Resurrection (Atlantis, 2006), una de las parodias más memorables que recuerdo.

Rodrigo del Lago, Álvaro de la Riva y un servidor nacimos en la década de los setenta y, por tanto, crecimos con esta mítica serie. De ahí que me tome la libertad de bautizarnos como “Generación Chanquete”. Una hornada de literatos que carecía del despiporre de la playstation, pero que ya disfrutaba de las mieles de la caja tonta.

Y eso se palpa: no somos gente seria. Tampoco hemos tragado ningún diccionario. Más bien tragamos demasiadas series estúpidas: Kung Fu, El Coche Fantástico, Luz de Luna…

Afortunadamente, aún escribimos con un mínimo de corrección. Nuestros profesores fueron los últimos que se preocuparon de inculcarnos las reglas gramaticales y ortográficas.

Vampiros, brujas, fantasmas, seres de otra dimensión… Y dice la editorial en la contraportada que estos relatos producen diversión. ¡Lo que provocan son escalofríos! Unos deliciosos escalofríos. He aquí algunas piezas que hielan la sangre: Quirófano (el amor posee un lado tenebroso, envidiablemente metaforizado en este cuento, que no debería cruzarse alegremente), El renuente (el amor es más poderoso que la muerte e incluso la sobrevive), Naufragio (el único relato puramente humorístico del libro, aunque en mi opinión esconde una realidad aterradora. ¿Qué será del castellano de aquí a unos años? ¿Cómo serán los futuros escritores?), El chico junto a las vías (relato sobrenatural que describe a la perfección la felicidad del auténtico solitario y su incertidumbre ante el futuro: los edificios que le tapan el atardecer), Yo Maru (el relato más terrorífico que jamás haya leído, aderezado con un final francamente de cinco tenedores. Esta historia de odio entre madre e hijo recuerda al mejor Lovecraft), Némesis (un relato de venganza, muy al estilo del “Hop-Frog” de Poe, esta vez con un ermitaño como protagonista).

Después de tanto monstruo, la conclusión a la que llega Álvaro de la Riva, como cualquier mortal, es que ellas pueden llegar a ser las criaturas más crueles. Déjense engatusar por este escritor novel.

miércoles, 24 de febrero de 2010

BOCAS LLENAS DE PECES ROJOS

Este libro de Rafael González Gosálbez es un compendio acertado de relatos en torno al escritor y su oficio. Me quedo con "El lugar de las estrellas", una historia de amor entre un hombre maduro y una adolescente que acaba con un romántico asesinato. Recuerda a "Pierrot de la caverna" (El cobrador, RBA, 2009) del brasileño Rubem Fonseca, aunque este último lleva su historia al límite y un poco más allá.

jueves, 18 de febrero de 2010

CHUCK LOEB O EL PLACER DE IR SOLO

Gané una entrada doble para un concierto de jazz y, como suele suceder en estos casos, todo el mundo tenía mejores cosas que hacer. No crean que aquello me amilanó. Al contrario, tras un duro día con mis hijos, agradecí al cielo la soledad con que me recompensaba.

Poco antes de llegar al Palacio de Congresos de Alicante, ya había decidido mi estrategia: preguntar a las parejas que iban llegando si tenían entrada. Parecía un revendedor. Eso debió de pensar la señora que acompañaba a un veinteañero, o que era acompañada por él. Lo digo porque me sometió a un interrogatorio en tercer grado. Cuando le aclaré que era víctima de una invitación doble, pero sin doblez, se tranquilizó y agarró la entrada.

El auditorio era cuco. Me senté donde me dio la gana, no sin observar con preocupación que entre las calvas y las canas de los allí presentes, se encontraba una niña de unos ocho años.

¿A que no adivinan quién se sentó a mi lado? La mujer a la que había regalado una entrada. Quizás por educación, quizás por gratitud, se estrelló prácticamente contra mí. El chico parecía molesto.

De pronto, entró una tromba de gente y, aprovechado la ausencia de mi protectora, me atreví a bromear con el veinteañero. Dije que, seguramente, eran fans de Chuck Loeb. A lo que contestó sin cortarse un pelo: “Tío, cómo vienes solo”.

No respondí. Sólo me alejé un par de asientos, como reafirmándome. Puede que el joven estuviera rabioso, no por haber tenido que aflojar la pasta, sino por no haber dicho a tiempo que no. Igual era fan de Metallica y la vieja, con malas artes, lo había convencido para que la acompañara. Nunca lo sabré.

El jazz no es lo mío: a la tercera canción desconecté. Sin embargo, Chuck me pareció un tipo entrañable y un virtuoso de la guitarra. Al acabar el concierto, busqué angustiado a la niña. Dormía plácidamente. La que se había ahorcado era la madre.

domingo, 14 de febrero de 2010

LA CARRETERA

He visto llorar con esta película a tíos más grandes que un armario ropero y bostezar a otros como marmotas.

Yo no lloré porque me había leído el libro de Cormac McCarthy, que si no me cargo una caja de clínex. Aquí viene la primera pega: traslación literal de la palabra impresa a las imágenes que vemos en pantalla.
Y claro, me emociono. ¿Cómo no me voy a emocionar si tengo hijos? Pero no me dejo arrastrar. Y eso es como irse de putas cuando estás enamorado.

Me enamoré de aquella novela de apenas ciento cincuenta páginas. Su parquedad en descripciones, sus silencios más elocuentes que cualquier palabra. Su intensidad, su terror me cautivaron. ¡Su terror! Precisamente lo que le falta a la cinta de John Hillcoat. Quizás demasiados flashbacks para recordar un pasado que no volverá, una madre que da la espalda a su familia. La interpretación de Viggo Mortensen soberbia, la atmósfera gris ceniza escalofriante; pero no te cagas por las bragas (perdón por ser tan explícito). Sólo hay un momento: cuando descubren la despensa de hamburguesas humanas de los caníbales.

Me queda el consuelo de eso tan manido de que donde se ponga una madre... Pues bien, un padre también haría cualquier cosa por su hijo. Como ver los dibujos animados de ahora. Eso sí es apocalíptico.

viernes, 12 de febrero de 2010

HOMENAJE A LAS PALABRAS

A todos los que nos dedicamos a escribir, creo que este tema poco conocido de la Orquesta Mondragón (Tómatelo con calma, 2000) nos viene como anillo al dedo.





PALABRAS
Misterio del valor de las palabras
Palabras infinitas como estrellas
Palabrotas bellas
Que pegan hostias
Palabrejas rotas

Palabras siempre nuevas pero eternas
Palabras laberinto y crucigrama
Palabras en pijama
Montones de palabras en pelotas

Escríbeme, escríbeme una carta
Que me parta el corazón
O, llámame, llámame entre sueños
Que los sueños sueños son

Palabras malgastadas por el uso
Palabras en poder del enemigo
Yo sólo digo
Que no me sacaréis ni una palabra

Palabras con sonido sin sentido
Palabras de matar hechas añicos
Palas y picos
Buscando entre la tierra las palabras...

Letra: P. Varona

lunes, 1 de febrero de 2010

CON SABOR A CHIRIMOYA























Me da vergüenza confesarlo. Antes de ir a la presentación del libro, busqué alguna fotografía de las autoras de El pintalabios (Visión, 2009). No tardé en encontrar una en el ciberespacio, y pensé: a ver lo que me van a contar estas venerables ancianitas.

¡Joder con las escritoras!

Ya en la librería comprendí que estaban dispuestas a comerse 80 mundos o los que les echaran, convenciendo con un discurso espontáneo y nada pedante. La lectura prometía. Recogí mi autógrafo y escapé a casa en busca de soledad.

Decir que el nexo de unión del libro es brillante, es poco. El pintalabios sintetiza como pocos objetos la coquetería femenina, pero sobre todo es un aglutinador de temas que giran alrededor de los sentimientos humanos, no exclusivamente femeninos. Venganza, frenesí, celos, interés, desengaño… Por fortuna, las autoras eluden el sentimentalismo de telenovela.

Ya en el cuento que abre el libro, “El arco iris del amor”, aparece el tópico del pintalabios como fetiche sexual. Un objeto que puede hacer perder la cabeza a más de uno, y en este caso enloquece a un señor que ve en los labios de su mujer a todas las mujeres del mundo. Quizás se critique al primate en permanente estado de excitación que todo hombre lleva dentro. En todo caso, la imaginación se revela como la llave para alcanzar la felicidad.

No sé por qué hay ciertos temas que emocionan especialmente; quizás porque cada vez más personas se solidarizan con un asunto siempre candente como es la transexualidad. En “Desde el otro lado del espejo” se retrata a un muchacho que, en el fondo, se siente muchacha. Sin concesiones, el relato nos presenta el sin futuro al que se enfrenta este personaje y termina con un gesto muy femenino: el de callar. La herida sigue abierta.

El tema de la represión sexual ha sido, es y será objeto de debate en una España que hasta hace pocos años era un hervidero de curas y sotanas. En “Padre, yo me acuso…” es una monja la que se ve en la tesitura de elegir entre Dios y la carne. Un simple pintalabios es el desencadenante de todo. Es digna de elogio la elegancia con que la autora expresa el onanismo de la protagonista: “Tal era su frenesí y su entrega nocturna”.

Todos los cuentos han logrado entretener a este lector, y le han librado de pensar en la crisis. Porque la única crisis que no debemos permitirnos es la crisis de ideas. El estilo de los relatos me ha parecido sobrio, alejado de esas florituras que provocan que el lector se pierda. A ello contribuye la utilización de la palabra justa en el momento adecuado. Muchos autores noveles y no tanto deberían aprender que para contar una buena historia sólo hace falta imaginación y un pintalabios. A ser posible, rojo carmesí.

sábado, 23 de enero de 2010

BOAT BEAM: MÚSICA OPTIMISTA

Josephine, Alisha y Aurora cantan como los ángeles, pero no son Los Ángeles de Charlie. Son las Boat Beam, un grupo madrileño de pop con toques de música clásica. La viola, el piano o el chelo se funden con la guitarra.

Boat Beam significa literalmente Buque-viga. Puede que esto no nos diga nada, pues es una teoría naval, pero Beam tiene otro significado (brillar de alegría) que se acerca más a la esencia del grupo.

Su único disco hasta la fecha se llama Puzzle Shapes (Origami records, 2009). El tema que abre el álbum, The Rain Pauly, recuerda al Scarborough Fair de Simon y Garfunkel, aunque algo más movidito.

viernes, 15 de enero de 2010

ZOMBIELAND

¡¡¡Disfruté como un chino comiendo arroz!!!

A pesar de sus lugares comunes, como que la chica guapa acabe bebiendo los vientos por el chico tímido, es un fantástico producto de entretenimiento y una gran película de sangre y vísceras.

Decir que Woody Harrelson borda el papel de paleto es sólo una de las virtudes de la cinta, pues los actores están bastante inspirados. Jesse Einsberg consigue que te metas en la piel de un adolescente, el típico solitario, que ha conseguido sobrevivir a un mundo apocalíptico usando la cobardía. Me encanta cuando dice que, desde que son todos zombis, echa de menos a la gente.

Evidentemente, el puntazo de la película es la aparición estelar de Bill Murray interpretándose a sí mismo. La escena de su muerte, pese a que el espectador se lo ve venir, no le resta un ápice de genialidad.

Como colofón, Wichita está de muerte y eso en una peli de zombis es condición indispensable para gozar de un buen banquete.

martes, 22 de diciembre de 2009

VIVA LA DIFERENCIA

Feliz Navidad, mirones del mundo. Espero que en 2010 sigáis observando la realidad desde una perspectiva diferente y os alejéis de los caminos trillados; eso sí, procurad que no os pillen.

jueves, 17 de diciembre de 2009

ARTE HUMANO

No hace mucho asistí a una exposición de la pintora Marina Iborra en la sala Blauart de Alicante. "Eros" era el nombre de la colección. Fui solo y disfruté mucho. Me gustaron cuadros como El demonio enamorado o Insert coin. Me sorprendí porque aquello que estaba viendo no era pornografía; eran el cuerpo, el amor y el erotismo hechos arte. Además, descubrí que esta artista lleva años dedicando su pincel exclusivamente al cuerpo humano.
Estableciendo un paralelismo, mis cuentos también se alejan de descripciones paisajísticas y físicas vanas. Se centran en el ser humano. Al fin y al cabo, es lo único interesante que nos queda. Después de la lectura, claro.

jueves, 19 de noviembre de 2009

LA SENDA DEL PERDEDOR

Me acerqué a este libro de Charles Bukowski (1982) porque alguien dijo que El Mirador se lo había recordado. Evidentemente, yo no le llego a la suela del zapato a Bukowski, pero sentí curiosidad. Descubrí ciertos paralelismos que ni siquiera me había planteado hasta ahora:

1. Yo escribo de forma visceral, sin planes previos. Después, lógicamente, retoco. Ojalá llegue algún día a escribir de forma tan natural y aparentemente descuidada como lo hace Bukowski.

2. La autobiografía mezclada con la invención es algo que no puedo evitar en mis relatos. Sin embargo, en los cuentos que escribo actualmente invento más y existe menos autobiografía. Aunque siempre hay un poso personal ineludible.

3. El padre de Chinaski, el protagonista de la novela, no es, afortunadamente, como el padre de mi relato "Vértigo". El mío, por así decirlo, es mucho más light. Por otra parte, yo siempre dejo la puerta abierta, procuro tender puentes... Bukowski no deja un resquicio a la ilusión.

sábado, 24 de octubre de 2009

CUMPLEAÑOS

El 31 de octubre cumplo treinta y cinco primaveras. Ha sido un año lleno de emociones y la nueva edad me plantea retos, alguno de los cuales ya he logrado. He acudido por primera vez al dentista. Me he hecho una limpieza y, de regalo, han querido sacarme una muela que tengo fuera de lugar. Pero, ¿qué sería yo sin esa muela torcida? No os molesta; dejádmela en paz. Es la parte más subversiva de mi cuerpo.

Sigo trabajando en un nuevo libro; la única noticia que puedo dar es que será de relatos.

jueves, 8 de octubre de 2009

EL MIEDO A LA DICHA

Mi madre estaba todo el día de un humor de perros que achacaba a esto o a lo otro, cuando lo cierto es que la única razón de su estado era el mal humor mismo, no sé si me explico. Con los años, he comprendido que uno hace primero las cosas porque sí, porque se lo pide el cuerpo, y luego las justifica para proporcionar y proporcionarse la impresión de que dirigimos nuestras vidas. Uno no quiere, por ejemplo, ser secretario general de la OTAN por coherencia con sus ideas. Uno quiere ser eso porque le gusta el uniforme o encuentra placer en bombardear, y más tarde se fabrica un discurso humanitario para aparentar que han sido las ideas las que le han arrastrado al generalato y no al revés.

Mi madre tenía muchos motivos para ser desgraciada, pero nada le ponía de tan mal humor como las buenas noticias. Frente a las buenas noticias se desesperaba porque le quitaban momentáneamente los motivos para la desdicha. No obstante, su capacidad de reacción era enorme. A las dos horas de que le tocara la lotería o de que mi padre le comunicara que acababan de subirle el sueldo, ella encontraba alguna razón de peso para hundirse en la miseria. No recuerdo haberla visto feliz durante más de media hora seguida. Treinta minutos era lo máximo que podía resistir en brazos de la dicha. A partir del segundo siguiente ocurría indefectiblemente una desgracia real o imaginaria que le hacía regresar a cien por hora a su mal humor habitual. Yo creo que era muy supersticiosa y que estaba convencida de que la felicidad producía cáncer.

—¿Te acuerdas de ese primo de tu padre que estaba siempre tan contento? —te preguntaba de repente al entrar en casa.

—¿El que aprobó las oposiciones a Correos la semana pasada? —respondías temiéndote lo peor.

—El mismo. Pues le ha dado una trombosis y está paralítico de medio lado.

Con lo cual crecí con un pánico enorme al buen humor. El buen humor, en mi caso, ha sido una conquista moral lograda en contra de las convicciones más profundas de mi madre. Todavía no sé cómo lo he conseguido sin padecer un infarto cerebral o una úlcera de estómago. En cualquier caso, a veces todavía me da culpa sentirme bien, por lo que procuro disimularlo para no atraer desgracias innecesarias.

Lo malo, no obstante, del mal carácter de mi madre es que cuando sucedía una desgracia de verdad no sabía la pobre cómo comportarse para que nos creyéramos que estaba realmente afectada. Entonces se reía, aunque intentaba hacerlo con una risa histérica, como la que había visto en las películas. O sea, que el día que entraba yo en casa y veía a mi madre riéndose, me echaba a temblar porque eso significaba que se había muerto alguien o nos habíamos arruinado definitivamente. Y todavía hay gente que me pregunta por qué me hice escritor.


MILLÁS, Juan José, Articuentos, Alba, 2001.

lunes, 28 de septiembre de 2009

DE VUELTA

Bueno, pues ya estoy aquí de vuelta.
Ha sido un mes de septiembre viajero. No sólo he estado en Granada, sino en la feria de Albacete y en un pueblecito de La Mancha llamado Pozo Lorente. No es gran cosa el pueblo, pero no hay nada como las nubes algodonosas del cielo manchego.
En cuanto al libro, pocas noticias. Que por fin está en la página web de la Fnac y que me van a dar mi primera liquidación por los derechos de autor. Pero que a nadie se le pongan los dientes largos. Los pobres de la puerta de la Iglesia sacan más. Me llega, eso sí, para comprarme dos o tres libros. Sólo por eso mereció la pena.

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